Fueron descubiertas por innovador algoritmo de inteligencia artificial.
Un equipo internacional de astrónomos, encabezados por Peter Ma, de la Universidad de Toronto, Canadá, descubrió ocho señales de radio sospechosas que confirmarían que no estamos solos en el universo.
De acuerdo con un informe publicado en el sitio web de Vanguardia, los expertos creen que las señales “pueden ser evidencia de vida tecnológica más allá de la Tierra”.
Ma y sus colegas desarrollaron un nuevo algoritmo de inteligencia artificial (IA), que sirvió para detectar estas señales de radio durante un examen de 820 estrellas en el Telescopio Green Bank, en Virginia Occidental.
Este algoritmo utiliza el aprendizaje automático para diferenciar entre las señales causadas por humanos, como las de los satélites GPS y los teléfonos celulares, y las posibles señales extraterrestres. Pero debido a la interferencia, las ocho señales sospechosas no se detectaron en observaciones anteriores que se llevaron a cabo con el mismo telescopio.
¿De dónde provienen las ocho señales?
En su artículo publicado en la revista Nature Astronomy, Ma expresó: “Necesitamos distinguir las emocionantes señales de radio en el espacio de las señales de radio sin interés de la Tierra”.
El astrónomo afirmó que si bien las ocho señales no eran evidencia definitiva de vida más allá de nuestro planeta, su naturaleza inexplicable alimenta teorías de vida extraterrestre.
El problema clave con cualquier búsqueda de firmas tecnológicas, es mirar a través de este enorme pajar de señales para encontrar la aguja que podría ser una transmisión de un mundo alienígena. La gran mayoría de las señales detectadas por nuestros telescopios, se originan en nuestra propia tecnología”, agregó.
Por su parte, Steve Croft, otro de los participantes del estudio, afirmó que las señales podrían provenir de una fuente extraterrestre porque son de una “banda estrecha”, ya que las señales causadas por humanos tienden a ser de banda ancha.
Además, las señales tenían una “pendiente”, lo que significa que su origen tenía una aceleración relativa con las antenas y probablemente no provenía de la Tierra.